Biblioteca Popular José A. Guisasola



Cuento» CELESTINO, de Beatriz Ferro


A Celestino nunca lo dejaban tranquilo.

A las ocho de la mañana, Gatamamá le lavaba la cara y lo mandaba a la escuela.

A las ocho y media…

–Un dos tres… ¡salto! –ordenaba Gato Maestro.

Entonces todos los gatitos escolares daban un brinco y se encaramaban sobre el muro.

Uno tras otro desfilaban por esas alturas al trotecito y sin marearse.

–Muy bien todos, menos Celestino –decía siempre Gato Maestro.

Porque Celestino agachaba las orejas, se ponía bizco de miedo y maullaba para que lo bajaran enseguidita por favor.


Cuando volvía a su casa y se sentaba a tomar la sopa… tampoco podía estar tranquilo. Desde la pared lo miraba fijo la fotografía de su abuelo, un gato alpinista capaz de caminar por la baranda de la azotea.

A la izquierda estaba el retrato de su bisabuelo, el que rara vez había pisado el suelo, gran explorador de los techos del barrio.

Y a la derecha, el cuadro al óleo del tatarabuelo; un gato inglés que había ganado fortunas cazando ratones en el palacio del rey.


Celestino miraba de reojo al tatarabuelo y se le hacían un nudo los fideos de la sopa, pensando en los pobres ratoncitos.

Porque para él había algo muchísimo peor que andar por las alturas, y era cazar ratones.

Un día, Gatopapá le preguntó qué regalo quería si pasaba de grado.

–Un ratoncito –dijo Celestino.

–¿Uno de cuerda para jugar al cazador? –preguntó Gatopapá.

–No, una lauchita blanca para que juegue conmigo.

Gatopapá, Gatamamá y los retratos de la pared lo miraban con grandes ojos de botones.

Entonces Gatopapá habló tan pero tan seriamente que lo trató de usted:

–¡Esta misma tarde, usted viene a cazar conmigo! A ver si se corrige de una buena vez.

Esa tarde los dos fueron al puerto.

Cuando llegaron al muelle, Gatopapá señaló la entrada de una cueva e hizo señas a Celestino para que estuviera alerta.

Esperaron un rato. Por fin alguien se asomó a la puerta de la cueva: un ratón enorme con cara de delincuente.

Gatopapá, por precaución, dio un paso atrás.

¿Y Celestino? Agachó más que nunca las orejas, achicó los bigotes, arrastró la panza y, una patita tras otra, tras tras tras, fue tomando velocidad hasta salir corriendo como flecha.

–¿Adónde vas, Celestino? –gritó Gatopapá. ¡No me digas que tenés miedo!

El gatito siguió corriendo.

Corrió por un pasillo. Por otra escalera. Por otro pasillo. Hasta que de repente se topó con un marinero.

–¡Un gato celeste! –dijo el marinero–. Gato a bordo, buena suerte.

¡Con el apurón, se había metido en un barco!

El marinero lo convidó con un platito de leche tibia y preguntó:

–¿Querés venir a dar una vuelta en barco hasta Norteamérica?

Celestino bajó del barco sólo para hacer la valija y despedirse de Gatamamá y Gatopapá. Repartió besitos chuik chuik chuik, y salió tan rápido como había entrado.

Con la primera carta mandó también su foto con gorrito y moño. Gatamamá la miró con ojitos sonrientes; Gatopapá ronroneó de gusto. Después la colgaron junto a los famosos retratos de la familia y se sintieron muy orgullosos de su hijo Celestino, el valiente marinero.



FIN

©Beatriz Ferro


Visto y leído en:
El libro de Lectura del Bicentenario. Primaria 1 - Plan nacional de lectura 2010.
Ilustraciones: Mónica Pironio e Ivana Calamita




© Beatriz Ferro, “Pímpate”. (Página 19)
© Beatriz Ferro, “Celestino”. (Página 27)


BEATRIZ FERRO
Nació en Buenos Aires. Es ilustradora y autora de libros de cuentos, teatro y poesía. Entre sus premios se destaca el Pregonero de Honor otorgado en 2001 por Fundación El Libro. Es autora de varias colecciones de libros, y algunas que acompañaron la edición del diario Página 12: Historias fantásticas de América y el mundo; ¡Arriba el telón!; otros libros suyos: Dramático caso de las Señoras Iguales, Aventuras de Lápiz y Papel, Cuentos chinos de fantasmas. Sus libros han sido traducidos al inglés, holandés, italiano y catalán.

El libro de Lectura del Bicentenario en PDF


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Créditos: Garabatos sin © (Adaptación de Plantillas Blogger) Ilustraciones: ©Alex DG ©Sofía Escamilla Sevilla©Ada Alkar

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